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Cada vez que hundía la cuchara y degustaba los varios sabores que lo componían, amargo, dulce, afrutado..., disfrutaba con el mix, y saboreaba uno de los placeres estivales que se retrotraen hasta la infancia.
Tomar el helado, era un punto álgido de disfrute en los paseos infantiles, normalmente acompañado de manchas desafortunadas en la ropa, esas huellas imposibles de sacar, lavado tras lavado y que delataban muchos y buenos momentos veraniegos.
Cuando esas marcas que deja el tiempo traen buenas sensaciones, buenos recuerdos, parece que el uso de las cosas las embellece. Son señales que suman, que mejoran, que personalizan más allá de lo nuevo, de la novedad.
La belleza de las cicatrices ó lo que los japoneses llaman el arte del KINTSUGI, que implica reparar piezas de cerámica rotas, empleando barniz ó resina espolvoreada con oro; Plantea así que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse pues al enseñar su transformación, las cicatrices lo embellecen.
La belleza de lo imperfecto, ó como decía Francis Bacon:
"No hay una belleza realmente excelsa que no tenga una anomalía en sus proporciones."
Hoy traemos una pieza que homenajea al taburete de las clases de dibujo, de toda la vida, de rosca y metal, cuando el pistón de gas para regular la altura ni se imaginaba. Tiene un acabado usado, desgastado, que le confiere ese aire vintage, ó con cicatrices.
JOOKE. Set of stools and table in blue iron, design by Gianpaolo Alloco for ZAVA collection.
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